RESCATE
DAVID MALOUF
Trad. Vanesa Casanova
Libros del Asteroide, 2012
Pues bien, el autor de Rescate dirige su mirada a la Ilíada. ¿Cuántos autores la han revisitado desde los tiempos griegos? Incontables. En el siglo pasado, fue Robert Graves uno de los que más volvió sobre las leyendas y mitos griegos, recreándolas. Antes y después ha habido otros. David Malouf (Brisbane, 1934), autor australiano de origen cristiano-libanés, ha fijado su atención en los elementos básicos de la Ilíada: Aquiles encolerizado, Patroclo muerto, Héctor destrozado por la furia del Pélida...y Príamo, más como padre que como rey, en busca del hijo muerto.
El tema es harto conocido. Pero es la manera en que el autor lo recrea y lo cuenta, lo que hace de este relato una historia entrañable, emotiva, íntima. El autor introduce detalles que imagina, tomándose licencias respecto a Homero e incluso respecto a la tradición griega, pero nos acerca al hecho, aunque sea imaginario. Así como Aquiles rememora cómo conoce a Patroclo, cuando éste yace muerto en su pira, Príamo recuerda su historia personal y como de llamarse Podarces (pies ligeros) pasa a usar este nuevo nombre, Príamo, que significa «el precio pagado (o el rescatado)». Y así como él es rescatado por su hermana Hesíone, y librado de su infortunio, quiere rescatar el cuerpo de su amado Héctor, su primogénito, para lavarlo, ungirlo y rendirle los honores preceptivos que le lleven al Hades en condiciones. Príamo es en este relato el viejo padre doliente, el hombre, no el rey. La fachada monumental queda atrás y es el hombre el que se presenta ante otro hombre, un héroe pero también mortal: Aquiles, el de los pies ligeros, que morirá por el talón del pie y cuyo hijo, Neoptólemo, dará violenta muerte al viejo rey del que Aquiles va a compadecerse.
«Sólo aquello que sabemos que vamos a perder nos resulta verdaderamente precioso.―habla Príamo a su esposa e hijos ― Sólo nosotros, los humanos, dotados como estamos de mortalidad pero también de conciencia, sabemos lo que supone ser consciente a diario de cómo se van marchitando la frescura y la juventud, del declive del vigor viril con el que alguna vez estuvimos dotados a medida que los músculos de los brazos se aflojan, los muslos se ahuecan y la vista se nubla. Eso es lo que se supone significa ser hombre y mortal.» Y les da cuenta, en su discurso, de la decisión que ha tomado, tras una visión fugaz de la diosa Iris, mensajera de los olímpicos. Va a rogar a los pies de Aquiles por el cuerpo de su hijo, a rescatarle. Y va a ir como un penitente, sin símbolos de realeza, para lo que busca un hombre del pueblo que le lleve.
Personaje creado por Malouf, el carretero Somax, se ocupa de llevar a Príamo en su carro, cargado con el tesoro del rescate, humanizando la narración al introducir cosas de la vida cotidiana. Un personaje que no es nadie, cuyos hijos también han muerto pero no heroicamente, no en la guerra, sino por accidente. Y este personaje hace de Sancho: es el que pone a Príamo en tierra, le hace comer, lavarse los pies, bajar del trono y mirar la vida de cerca. Es el más cotidiano, realista y sin embargo, pone el contrapunto adecuado, da pie a la narración del incierto recorrido que ambos realizan.
Los dioses, tan presentes en la Ilíada, apenas aparecen en esta versión, salvo como veloces imágenes (Iris) aires sutiles, hálitos fríos o premoniciones (el águila que ven en el cielo cuando realizan las libaciones); sólo Hermes les es visible e incluso dialogan con él durante el trayecto hacia el campamento troyano. Hermes polytropos les acompaña, puesto que «le ha sido encargada» esa misión, y les introduce en el campamento aqueo.
La prosa de Malouf es intimista, demorándose en pequeños detalles, imaginándose aquello que Homero no cuenta o sólo cita de pasada, y centrándose en el dolor de ambos, en la pérdida del ser amado: Patroclo, Héctor. El amigo, el hijo. El dolor de Aquiles, que considera a Patroclo su otro yo, tanto que le presta su armadura para la batalla que él no quiere dirigir. Patroclo se convierte en Aquiles, y muere por ello. Una parte de Aquiles muere con él. La otra parte necesita venganza: la muerte de Héctor, y el ensañamiento con su cuerpo. Pero tras once días arrastrando el cadáver de Héctor, éste vuelve a lucir impoluto y resplandeciente como un dios. Hasta que Príamo se postra ante Aquiles. Y tras los ruegos y súplicas del padre, consiente. La despedida de Príamo ya incluye una premonición de lo que va a suceder.
Impecable traducción y presentación editorial, sobria y elegante portada. Un bello libro sobre el que reflexionar y regresar a la guerra homérica, origen de todas las guerras literarias.
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